Recupero esta sección, la vuestra, con una de las primeras historias que me llegó de manos de la mamá contracorriente favorita de la red, Eva. Su historia combina dos situaciones muy habituales, el asma y el embarazo, cada una complicada de por sí pero, ¿qué pasa cuándo suceden a la vez?, ¿cómo afecta una al desarrollo de la otra?
Como siempre es mejor una opinión directa, os dejo hoy con las palabras de Eva y, en esta semana, escribiré la segunda parte de esta historia con mi visión más
Me diagnosticaron asma a los 12 años, aunque recuerdo que los síntomas venían de antes. A los 4 años tuve síndrome nefrótico, que remitió solo a los 10 pero, desde entonces, he tenido lo que se llama "una delicada salud de hierro". Soy la típica persona que coge cualquier virus que sobrevuele mi entorno y he tenido y tengo un montón de achaques, ninguno trascendental (toquemos madera), por lo que tengo toda la intención de vivir 100 años (o más). Aunque he pasado malas rachas con el asma, nunca lo he considerado algo tremendamente grave o preocupante.
No sé si les pasará lo mismo a otros pacientes con enfermedades crónicas. En mi caso, me tomo mi medicación como una autómata y aun cuando tengo etapas peores, no reparo en ello. He aprendido a convivir con él y me permite llevar una vida casi normal. Así que nunca pensé que fuera a marcar mi embarazo de una forma tan radical.
Mi madre tuvo un embarazo fabuloso y un parto aún mejor, así que ese era mi referente. En los primeros meses no me cuidé especialmente, salvo, eso sí, dejar de tomar la medicación que tomaba del asma, por recomendación de mi alergólogo. Según mi neumóloga (profesional al que he acudido ahora, no antes o durante el embarazo) ese fue el error de base... Sea como sea, con 16 semanas de embarazo cogí unas anginas y de un día para otro (literal) me encontré con que no podía respirar, me dolía muchísimo el pecho, tenía una tos cogidísima y casi 38 de fiebre. Mal me debí ver porque cuando acudí a urgencias ya tenía bastante en mente que me iban a ingresar. Y así fue: estuve dos semanas ingresada en neumología, porque aquello no remitía ni con Urbasón (San Urbasón, hasta que me quedé embarazada!). Presuntamente fue una neumonía (presuntamente porque no se atrevieron a hacer placas para confirmarlo).
Me dieron de alta con 18 semanas de embarazo. El fisioterapeuta respitatorio me advirtió, junto con el neumólogo que me atendió allí, de que respiraba muy mal, que apenas movía el diafragma y que, probablemente, la cosa se pondría peor conforme avanzara el embarazo.y aumentara la presión. Las dos primeras semanas en casa fueron malísimas. Me ahogaba incluso sentada en el sofá y si no volví a urgencias fue para que no me volvieran a ingresar. Afortunadamente, con 20 semanas experimenté bastante mejoría y aunque seguía muy limitada (no podía ni frotar la placa, por ejemplo), por lo menos puede ir haciendo una vida medio normal. Me mandaron tomar Pulmicort, un medicamente que parece ser compatible con el embarazo pero que yo ya conocía de antes por el escaso efecto que a mí me hacía.
Sobre las 24 semanas empecé a ahogarme de nuevo y así continué hasta el final, añadiéndole achaques nuevos derivados del tamaño de la tripa. Tomaba ventolín a espuertas y si no tomaba más era por el niño. Para evitar tomarme un bote de diario me pasaba el día tumbada, mirando el techo. En ese momento empezaron a morir personas de la gripe A, empezando por una embarazada supuestamente asmática. Me encerré en casa; no quería ver a nadie, todos me parecían posibles portadores de virus. Estaba muy muy asustada. Ahora entiendo por qué hay gente que se deprime cuando padecen una enfermedad limitativa. No es tanto por la enfermedad en sí, sino por cómo te hace sentir. Sentirse enfermo, sentir que uno está completamente limitado por su enfermedad, es terrible. Y el asma...el asma es una de esas enfermedades de vagos, una enfermedad silenciosa, que nadie acaba de creer, lo que añade más sufrimiento si cabe.
Con 36, casi 37 semanas, cogí un pequeño resfriado, a pesar de estar encerrada en casa. Lo suficiente para tener que volver a urgencias. La cosa se complicaba porque cuánto peor respiraba, más se aceleraban las contracciones y más rítmicas se hacían. Creo que mi cuerpo estaba hasta el moño de aguantar esa presión tan grande en los pulmones y quería "soltar lastre" cuanto antes. En el hospital me ofrecieron ingresarme para valorar la evolución del asma y del embarazo, puesto que existían dudas ya más que fundadas de que no era muy recomendable que en mi estado hiciera el esfuerzo físico de dar a luz por vía vaginal. Perdí el tapón, tenía el cuello del útero borrado al 70% y la cosa parecía más que inminente. Clasificaron mi parto como de "alto riesgo" y no me dieron más de una semana para que se pusiera en marcha.
Ante la posibilidad de tener un parto traumático, que probablemente hubiera terminado en cesárea (nadie conoce más su cuerpo que uno mismo) decidí junto con mi ginecólogo programar una cesárea y no dar lugar a ponerme de parto. Fue la mejor solución. El resto ya lo sabeis porque ya os lo he contado.
Tres meses y pico después de aquello, estoy mejor, pero no estoy repuesta. Lo peor, insisto, no es seguir tocada del asma. Lo peor, sin duda, es lo enferma que me he sentido, el miedo que he tenido por mi vida y la de mi hijo, lo limitadísima que he estado. Más de la mitad del embarazo del sofá a la cama y de la cama al sofá mina la autoestima de cualquiera y, desde luego, afecta a todas las personas del entorno, empezando por mi marido. Es un tema que me pone muy triste. Siempre quise tener una familia numerosa, al menos tres hijos, decía yo. Pero a día de hoy tengo muchísimas dudas sobre si quiero pasar otra vez por algo así. Y eso me hace sentir de nuevo enferma, pues nunca pensé que esto pudiera dificultarme un embarazo como finalmente lo hizo. Reconozco abiertamente que este tema me ha marcado muchísimo y, en cierta medida, me ha traumatizado. Voy a tardar en olvidarlo...
Desde aquí, Eva, muchísimas gracias por compartir tu historia, y por la naturalidad y sinceridad con que la explicas.
6 firmas:
Muchas gracias a ti por publicarla, Anna. Espero que os pueda servir de utilidad y estaré pendiente de la segunda parte!! Besos.
Vaya, pues sí que puede llegar a complicarse el asma. Imagino que lo peor es eso, el sentirse enferma y no poder hacer nada. Después de todo, es esa experiencia desagradable la que motiva el buscar ayuda, ¿no? Porque nos sentimos más cercanos a la pérdida total de salud y tenemos miedo. Así que prolongar esa sensación de enfermedad y encima si cuando pasa algo es tan fuerte, pues imagino que debe ser bastante incapacitante.
Yo también te doy las gracias por la historia, Eva, y a ti Anna por publicarla ^^
Gracias a ti EVA, espero estar a la altura con la segunda parte ;)
BLACKZACK, eso es lo que no tenemos que olvidar: que la gente pide ayuda porque la necesita, no por gusto (vamos, en casi todos los casos, que siempre hay quien se aprovecha...)
Besos!!
Joo... pues si que lo tuviste que pasar mal, Eva... La verdad es que suena dura.
Gracias por compartir esta historia con nosotros.
Un besazo
La verdad es que me parece muy interesante esta sección, acostumbrado a oír hablar de las enfermedades desde una vertiente puramente académica, el asunto se ve muy distinto cuando lo ves desde la perspectiva del paciente...
Me alegra que te guste JB ;) Creo que es una buena forma de aprender todos: la gente "no sanitaria" a oír historias sin palabras técnicas y con todas las implicaciones que tiene, y los "sanitarios" a escucharlo desde el otro lado, que a veces se nos olvida lo que para ellos representa.
MAITASUN sí, creo que el caso de Eva es muy duro :(
Besos!!
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